“SEÑOR
ENSÉÑANOS A ORAR”
San Lucas
11:1 “Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando termino, uno de
sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar.”
“Señor enséñanos a orar”.
Sí, a orar. Esto es lo que necesitamos que nos enseñen. Aunque en sus
comienzos, la oración es tan simple que aun el niño más débil puede orar, al
mismo tiempo es la tarea más alta y más santa hacia la cual el hombre puede
elevarse. Es la comunión con el Invisible y el más Santo. Los poderes del mundo
eterno han sido puestos a su disposición. Es la misma esencia de la religión
verdadera, el canal de todas las bendiciones, el secreto de todo poder y toda vida.
Los discípulos habían estado
con Cristo, y lo habían visto orar. Ellos habían empezado a entender algo de la
relación entre Su maravillosa vida en público, y Su vida secreta de oración.
Habían aprendido a creer en ÉL, como en un Maestro en el arte de la oración
–nadie podía orar como Él. Y por eso vinieron a Él con la petición, “Señor
Enséñanos a orar”. Y después de años ellos nos dirían que habían
algunas pocas cosas que Él les habría enseñado, más maravillosas o bendecidas
que sus lecciones sobre la oración.
En la Palabra, podemos ver
que Jesucristo está intercediendo en oración por todos sus discípulos, por esos
es nuestra necesidad de repetir la misma petición, “Señor enséñanos a orar”.
Cuando crecemos en la vida cristiana, el pensamiento y la fe del Maestro amado
en su intercesión infalible llegan a ser más preciosos, y la esperanza de ser
más como Cristo en su intercesión gana atractivo antes desconocido. Y cuando lo
vemos orar, y recordamos que no hay nadie que pueda orar como Él, y nadie que
pueda enseñar como Él, sentimos que la petición de los discípulos es justo lo
que necesitamos.
Es en la oración que la
promesa espera su cumplimiento. Que el reino espera su venida y que la gloria
de Dios espera su total revelación. Y para esta obra bendita, cuan perezosos e
incapaces somos. Solo el Espíritu Santo de Dios puede capacitarnos para hacerlo
correctamente.
Jesús ha abierto una
escuela, en el cual Él mismo entrena a
sus redimidos, especialmente a quienes lo desean, para tener poder en la
oración. ¿No entraríamos en ella con la petición, ¡Señor, esto es precisamente
lo que necesitamos aprender!?
“Señor, enséñanos a orar”.
Sí, ahora sentimos la necesidad de ser enseñados a orar. Al principio, ninguna
obra parece tan simple, pero después, nada es más difícil: Y nuestra confesión
es forzada. No sabemos orar como debiéramos.
¿No es justo lo que
necesitamos, pedirle al Maestro que nos dé durante un mes, un curso de
lecciones especiales sobre el arte de la oración? Sí, con mucho gozo digamos, aunque seamos
ignorantes y débiles, “Señor enséñanos a orar”
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