Comprometidos con la verdad del Evangelio

viernes, 26 de febrero de 2016

SERIE "LA ORACIÓN"



EN ESPÍRITU Y EN VERDAD

Juan 4:23-24 “Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adores. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren”.
Esta palabra de Jesús a la mujer samaritana, constituyen el registro de la primera enseñanza de Jesús, en cuanto al tema de la oración. Sus palabras nos dan  un maravilloso reflejo del mundo de la oración. El Padre busca adoradores. Nuestra adoración satisface su afectuoso corazón y es un gozo para Él. Él busca verdaderos adoradores, pero encuentra a muchos que no han pasado por esa escuela. La verdadera adoración es aquella que se realiza en espíritu y en verdad. Jesucristo ha venido para abrir el camino a esta adoración en espíritu y en verdad, y nos la enseña. Y una de nuestras primeras lecciones en la escuela de la oración debe ser entender lo que es orar en espíritu y en verdad, y saber también cómo lograrlo.
En la oración, todo dependerá de nuestra correcta comprensión y de la práctica de la adoración en espíritu y en verdad.
1.    “Dios es Espíritu, y los que le adoran, deben adorarle en espíritu y en verdad”. El primer pensamiento sugerido aquí por el Maestro, es que debe haber armonía entre Dios y sus adoradores, así como Dios es, así deben ser su adoración. El hombre que verdaderamente adorara a Dios, buscara, conociera, poseyera y disfrutara a Dios debe estar en armonía con Él, debe tener la capacidad para recibirle. Porque Dios es Espíritu, debemos adorarle en espíritu. Como Dios es, así es su adorador. ¿Qué significa esto? La mujer le había preguntado a nuestro Señor, si Samaria o Jerusalén era el lugar correcto de adoración. Él le contesta en lo sucesivo, la adoración ya no estará limitada por el espacio ni por el tiempo, sino que en su infinita perfección siempre y en todo lugar es el mismo, así su adoración en lo sucesivo no debiera ser más limitada por el lugar ni por la forma, sino que debe ser espiritual así como Dios es espiritual. ¡Cuánto sufre nuestro cristianismo de esto, es decir, que la adoración esta relegada a ciertos lugares y momentos. Nuestra adoración debe ser en espíritu y en verdad: Su adoración debe ser el espíritu de nuestra vida; nuestra vida debe ser adorar a Dios en espíritu así como Dios es espíritu.
2.    “Dios es Espíritu, y los que le adoran, deben adorarle en espíritu y en verdad”. El segundo pensamiento, es que la adoración en el espíritu debe venir de Dios mismo. Dios es Espíritu: solo Él tiene espíritu para dar. Fue por esto que envió a Su Hijo, para ajustarnos a tal adoración espiritual, al darnos al Espíritu Santo. ÉL vino a bautizar con el Espíritu Santo; el Espíritu Santo no podía ser derramado hasta que Cristo fuera glorificado. Fue cuando ÉL hizo un fin del pecado, y entró a lo más santo de todo con Su sangre, que envió a nuestro favor el Espíritu del Padre. Fue cuando Cristo nos redimió, y nosotros en Él recibimos el derecho de ser hijos, que el Padre envió el Espíritu a nuestro corazones para poder clamar “Abba Padre”. La adoración en espíritu es la adoración del Padre en el Espíritu de Cristo, el Espíritu del Hijo.

La adoración al Padre, solo es posible para aquellos a quienes el Espíritu del Hijo les haya sido dado. La adoración en espíritu solo es posible para aquellos a quienes el Hijo les haya revelado al Padre y quienes han recibido el Espíritu del Hijo. Solo Cristo abre el camino y enseña la adoración en espíritu.
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