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lunes, 29 de febrero de 2016

SERIE: "LA ORACIÓN"


SOLO CON DIOS

Mateo 6:6 “Mas tú, cuando ores, entra en tú aposento, y cerrada la puerta, ora a tú Padre que está en lo secreto; y tú Padre que ve en lo secreto te recompensara en público”

Después de que Jesús hubo llamado a sus primeros discípulos, Él les dio su primera enseñanza pública en el Sermón del Monte. Allí les expuso el reino de Dios, sus leyes y la vida del reino. En ese reino, Dios no es solamente Rey, sino un Padre. Él no solo da todo, sino que Él es todo. En el conocimiento y la comunión con Él, está la bienaventuranza. De aquí vino automáticamente que la revelación de la oración y la vida de oración, era una enseñanza concerniente al nuevo reino que Él vino a establecer.

Moisés no dio ni mandamiento ni ningún reglamento con respecto a la oración: incluso los profetas no hablan muy directamente sobre la obligación de la oración, es Cristo quien enseña a orar. Y lo primero que el Señor enseña a sus discípulos, es que ellos deben tener un lugar secreto para orar, todos deben tener un lugar solitario, en donde puedan estar a solas con Dios.

Jesucristo ya había enseñado que la adoración no está ya más limitada al tiempo, ni lugares; sino que la adoración verdadera es espiritual, es algo del espíritu y de la vida; la totalidad del hombre en la totalidad de su vida, debe ser la expresión de la adoración en espíritu y en verdad. Y Él quiere que cada no elija para sí mismo, el  lugar fijo en donde Él diariamente pueda encontrarse con cada uno en particular: pero ese lugar secreto debe contar con el silencioso tiempo.

En este lugar lo primero que necesitamos es encontrarnos con nuestro Padre. De este modo, cada pensamiento o petición que expresemos será una simple, sincera, e infantil confianza con el Padre. Esta es la forma en que el Maestro nos enseña a orar: Él nos lleva hasta la viva presencia del Padre.

“Ora a tu Padre que está en secreto”. Dios es un Dios que se oculta del ojo carnal. Si en nuestra adoración a Dios, estamos ocupados principalmente en nuestros propios pensamientos y ejercicios,  no nos encontraremos con aquél que es Espíritu, con el Invisible. Pero para el hombre que se aparta de todo aquello que es del mundo y del hombre, y se prepara para esperar solo en Dios, el Padre se revelará. Cuando el hombre deja todo y se aparta del mundo, y de la vida del mundo, y se rinde para ser guiado por Cristo hacia lo secreto de la presencia de Dios, la luz del amor del Padre estará sobre él.

“Tu Padre está en secreto”: Con estas palabras Jesús nos enseña en donde Él nos espera, en donde Él siempre será encontrado. Muchas veces los cristianos se quejas de que la oración privada no es lo que debería ser. Se sienten débiles y pecadores, el corazón está frío y oscuro; es como si tuvieran poco porque orar, y en este poco no hay ni fe ni gozo. Están desanimados y se apartan de la oración al pensar que no pueden venir al Padre como debieran o como desearían hacerlo. ¡Entendamos las palabras del Maestro! ¡Escuchen al maestro! Él dice que cuando entremos en la oración privada, el primer pensamiento debe ser: el Padre está en secreto, el Padre me espera allí. No piense en cuan poco puede usted traer a Dios, sino en cuanto más Él puede darte a usted. Solo entre en la oración, levante su mirada y busque el rostro del Señor; piense en Su amor, en su maravilloso, tierno y comprensivo amor. Solo dígale cuan pecador, cuan frío y oscuro esta todo: es el amoroso corazón del Padre que le dará luz y calor al suyo. 

Haga lo que Jesús dice: Cierre la puerta, y ore al Padre que está en el secreto. ¿No es maravilloso? Ser capaz de estar a solas con Dios, con el Dios infinito. Y luego mirar hacia arriba y decir ¡Padre mío!
“Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensara”.  Aquí Jesucristo nos muestra y nos asegura que la oración en secreto no puede ser infructuosa: Su bendición se mostrara en nuestras vidas. Solo en la oración secreta, cuando estamos a solas con Dios, tenemos que confiar nuestras vidas a Él antes que a los hombres; y Él nos recompensará abiertamente; ÉL verá que la respuesta a la oración sea hecha manifiesta en Su bendición sobre nosotros.

La bendición a la oración en secreto, no depende de la fuerza ni del sentimiento ferviente con que oro, sino del amor y del poder del Padre a quien allí le confío mis necesidades.
Estar en lo secreto con el Padre: que esto sea nuestro mayor gozo, estar seguro de que nuestro Padre recompensara abiertamente la oración en secreto, de tal manera de no quedarse sin la bendición: Que esto sea su fuerza día a día. Y que sea nuestra liberta para traer  con la seguridad nuestras peticiones a Dios en nombre de Cristo Jesús.

Andrew Murray 
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